domingo, 28 de marzo de 2010

La Vida debería ser sencilla



A medida que pasan los años, como diría Borges, me voy tranquilizando más, y preocupando menos por el día a día. Aprendo a disfrutar lo que tengo, y no torturarme por lo que no tengo. Vivo cada día como un regalo de Dios. Trato de ver más lo positivo de todo, y menos lo negativo. Asumo que la gente es buena, que la vida es buena, y de que Dios nos desea lo mejor.
No ando como un ingenuo por ahí, pero si trato de no ser mal pensado, y de no angustiarme por cualquier cosa.
En el 2007 tomé esa foto que pueden ver. El hombre humilde, trabajando sobre su carrito, y su fiel perro, caminado debajo del mismo, siguiéndole quién sabe desde hace cuando y hacia dónde.
¿Tendrá problemas este hombre en su vida? Seguro que sí. Pero parece no preocuparle o molestarle en exceso.
Su rostro, que por privacidad no publico la toma de cerca; carece de apremio alguno, preocupaciones, o amarguras. Totalmente diferente a otros rostros que veo día a día, camino al trabajo.
La clave, por supuesto, no es el perro. Pero el perro me llamó tanto la atención, por lo gracioso y fuera de común de la imagen, que al sacar las instantáneas, me fije en el resto. Y, sorpresa, el rostro del hombre era de felicidad, y complicidad al verme tomarle las fotos, sabiendo que era su can el que había llamado poderosamente mi atención.